El golpe de Estado disfrazado de vacancia presidencial contra Martín Vizcarra ha puesto fin a veinte años del retorno de la democracia al Perú y es funcional a los propósitos de una minoría corrupta de políticos que buscan desmantelar las reformas que atentan contra sus intereses. Esta medida es rechazada por la gran mayoría de la población, la cual no se opone a las necesarias investigaciones judiciales contra Vizcarra, sino que entiende las consecuencias de acentuar una crisis sanitaria, económica y social con el desmantelamiento y la repartija de las instituciones públicas. 

En este contexto, empiezan a circular supuestas explicaciones a la crisis, tales como la histórica falta de compromiso civil y la ignorancia de los votantes que eligieron a los congresistas. En esta visión, no es sorpresa lo que sucede porque “los políticos son el reflejo de la sociedad”.

El Perú no tiene a los gobernantes que se merece. Decirlo es un insulto a las luchas constantes de una mayoría a la cual, por décadas, se le ha usurpado oportunidades de representación a causa del racismo, el clasismo, el autoritarismo y la corrupción.

Las tomas de tierras por campesinas y campesinos durante las décadas de 1950 y 1960 empujaron la Reforma Agraria de 1969, la cual destruyó el sistema explotador y racista del gamonalismo, siendo un hito sin precedentes para la inclusión de las mayorías rurales en la vida civil. Durante la década de 1970, los masivos paros nacionales organizados por los trabajadores y apoyados por otros sectores importantes de la ciudadanía en contra de la dictadura militar nos permitió una asamblea constituyente (1978), así como la vuelta a la democracia a inicios de la década siguiente cuando, por primera vez, el voto fue universal, en vez de restringido para las/los analfabetos.

En los años 80 y 90 miles de peruanas y peruanos lideraron la resistencia al terrorismo a través de organizaciones de base y rondas campesinas. Este movimiento de amplia base resultó decisivo para derrotar a Sendero Luminoso y sobrevivir a la violencia ejercida desde agentes del Estado apoyados por tres gobiernos indolentes sucesivos. Las protestas y movilizaciones ciudadanas contra la dictadura de Fujimori en los 90, las protestas en las regiones y la Marcha de los Cuatro Suyos permitieron la reinstalación de la democracia. El movimiento por los derechos humanos abrió un proceso de justicia y memoria posconflicto aún en marcha.

Las protestas socioambientales, campesinas e indígenas de los últimos quince años contra proyectos de extracción insostenibles e injustos, como el Paro Indígena (2008-2009), la resistencia en Tambogrande (1999), Cajamarca (2011), Tía María (2009, 2015) y Espinar (2000-2020), nos dieron el proceso de la consulta previa (2011) e impulsaron la creación del Ministerio del Ambiente (2008) y del Ministerio de Cultura (2010).

Las constantes manifestaciones en contra del fujimorismo en las campañas electorales de los años 2011 y 2016 sirvieron para dejar en claro el rechazo mayoritario a quienes promueven el retorno de políticos corruptos y violadores de derechos humanos. Las movilizaciones estudiantiles y juveniles del 2015 impidieron la aprobación de propuestas de ley explotadoras y reñidas con las conquistas laborales de luchas anteriores. Las movilizaciones de los dos años anteriores denunciaron repartijas nefastas, lo cual permitió que una generación hasta ahora a-política empezase a manifestarse públicamente a través de organizaciones universitarias y barriales.

Las mujeres protagonizaron la manifestación más grande de la década en el 2016 con “Ni una Menos”. Han logrado avances en normas y procesos para la atención y prevención de la violencia contra la mujer en un país donde el sistema judicial les sigue dando la espalda, mientras muchas continúan muriendo en sus propias casas. El movimiento LGTBIQ+, el cual año a año sale a la calle para celebrar el orgullo de ser quien unx es y defender los derechos civiles de sus miembros en un país profundamente homofóbico, está logrando que cada vez más peruanas y peruanos, sobre todo lxs más jóvenes, estén a favor de la unión civil entre personas del mismo sexo.

Desde el 2017, la ciudadanía ha salido a la calle (y a las urnas) en numerosas ocasiones para expresar su rechazo a acuerdos bajo la mesa. Como el infame indulto al dictador Alberto Fujimori, los sistemáticos intentos de la mayoría fujimorista del congreso (2016-2020) por entorpecer la lucha contra la corrupción y proteger a los “hermanitos” del sistema judicial. Este claro apoyo ciudadano a las reformas se expresó en el referéndum del 2018 y permitió el cierre constitucional del Congreso fujimorista en el 2019.

Todas estas movilizaciones se han realizado a pesar de tener en contra a un monopolio conservador detrás de la cobertura mediática en prensa, radio y televisión que les invisibiliza y les llama “antipatria”, “ignorantes” e incluso “terroristas”. Estas protestas se han logrado a pesar de la supuesta “apatía” y “falta de compromiso” y “fragmentación” que políticos, periodistas y académicos no se cansan de repetir sin tener presentes las constantes y significativas movilizaciones en nuestra historia. Y se están logrando hoy a pesar del desgarrador dolor de la pandemia, la represión policial y la falta de liderazgo de políticos ya en campaña, pero sin el suficiente coraje para anteponer su agenda a la realidad.

Luego de cuatro días de protestas y cacerolazos producto de iniciativas ciudadanas independientes y espontáneas, el 12 de noviembre se convocó a una gran marcha nacional. A pesar de la dura e ilegal represión policial, donde se utilizó indiscriminadamente gas lacrimógeno, se disparó al cuerpo de lxs protestantes y periodistas con perdigones e incluso balas, y se utilizó “ternas” para capturar personas, la movilización en Lima y a nivel nacional fue indiscutiblemente masiva. No se veían movilizaciones de esta magnitud desde la Marcha de los Cuatro Suyos en el 2000.

Adriana Peralta, Cusco

Juan Acevedo

@fmedinaeff

@paulinewashere

@aurabuntix

Julissa Salazar, TUmbes

Juan Lencinas, Puno

La Mula

En la capital, las marchas en el centro de la ciudad fueron acompañadas por otras en distritos como Surco, Jesús María, Comas y particularmente Miraflores. La plaza de armas del Cusco estuvo llena momentos antes de que inicie la marcha. Igual sucedió en Arequipa e Iquitos. Ciudades como Chimbote, Trujillo, Piura, Tacna, Chachapoyas, Andahuaylas, Cajamarca y Chiclayo también se manifestaron. Peruanxs en ciudades en el extranjero como Berlín, Madrid y Nueva York realizaron plantones e intervinieron sus consulados. Decenas de organizaciones e instituciones se han pronunciado en contra. Grupos de abogados y médicos se organizaron para apoyar durante las protestas. Las redes sociales fueron usadas por artistas, deportistas, influencers, TikTokers y Kpopers para mostrar rechazo al golpe. Las imágenes de convicción y unión por el país de las generaciones más jóvenes son testimonio de una larga historia vigente de lucha.

Las peruanas y los peruanos han demostrado y continuarán demostrando que es desde la manifestación popular como se han logrado proponer e impulsar reformas necesarias para la construcción de una nación más justa e inclusiva. La más reciente intromisión de las clases políticas corruptas contra la institucionalidad democrática es una nueva invitación hacia la transformación.

Hoy toca rechazar el golpe contra la democracia, exigiendo que se respete la fecha y los procesos de las elecciones convocadas para abril del 2021, lo cual deberá generar una profunda revisión de nuestras bases políticas para dejar atrás modelos heredados de la dictadura fujimorista. Y toca también hacer madurar más velozmente a los movimientos y colectivos que ya existen. Formar plataformas organizacionales que ayuden a sostener la campaña de protestas que está por delante.

Reimaginar al Perú como una nación próspera y justa no es el producto de políticos y sus “instituciones” futuras. Todos los días, millones de personas en el país trabajan y actúan a favor de sus familias, su cultura y su identidad. Ignorar este hecho, desconocer esta historia es ser complaciente con las élites ajenas y oportunistas. Mirar de cara a la gente es el camino que se nos presenta hoy.

Al Bicentenario se llegará desde la calle.